En 1995 el Comité Olímpico Internacional (COI) reconoció a la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) como organización deportiva. Posteriormente, en 1999, el COI determinó que el ajedrez debería reconocerse como deporte dentro del Movimiento Olímpico reconociendo también a la FIDE como federación deportiva internacional.
Sin embargo, en enero de 2002, en la elaboración del Programa para los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, el COI clarificó su postura respecto al ajedrez clasificándolo como deporte mental (mind sport) con la recomendación de que este criterio se aplicara tanto para el caso en estudio como en el futuro. Sin pretender definir claramente la diferencia entre deporte y juego, el COI determina como la principal característica de un deporte la ejecución de ejercicio físico en el desarrollo de la competición. Por el contrario, mind sports serían aquellos deportes en los que la ejecución de un ejercicio físico no es condición necesaria para el desarrollo de la competición.
Una distinción que no es baladí pues el Olimpismo es una filosofía de vida, que exalta y combina en un conjunto armónico las cualidades del cuerpo, la voluntad y el espíritu. Aliando el deporte con la cultura y la educación, el Olimpismo se propone crear un estilo de vida basado en la alegría del esfuerzo, el valor educativo del buen ejemplo y el respeto por los principios éticos fundamentales universales. Y no debemos olvidar que en la antigua Grecia, cuna de los Juegos Olímpicos, se practicaban competiciones intelectuales, tales como recitales poéticos, durante el desarrollo de sus competiciones deportivas.
Como muchos otros deportes, el ajedrez tiene una doble faceta de juego y competición. Es juego porque es una actividad gobernada por una serie de reglas. Y es deporte porque existe una cierta rivalidad en su desempeño. Pero además, el ajedrez es una actividad que también requiere un nivel de desgaste físico, tanto para jugar partidas a ritmo clásico como en la modalidad relámpago. En el año 1972, mientras la atención del mundo se centraba en el Match del Siglo entre Bobby Fischer y Boris Spassky, la Universidad de Temple (EE.UU.) realizó un estudio que mostraba en los jugadores de ajedrez un alto nivel de desempeño físico con altas tasas de presión arterial, respiración y pulsaciones al estilo de otras actividades cuya consideración como deporte no es objeto de controversia. Uno de los coautores del estudio sería posteriormente presidente de la Federación de Ajedrez de Estados Unidos.
A nivel competitivo nada tiene que envidiar el ajedrez a otros deportes, los aficionados al ajedrez reaccionan como los aficionados a cualquier otro deporte. Los aficionados al ajedrez siguen a sus jugadores o equipos favoritos, discuten sobre sus estilos de juego, sobre sus partidas, sobre la aplicación del reglamento, tienen en cuenta complejas estadísticas y comparan los ratings de los jugadores, todo ello disfrutando del seguimiento en directo de las partidas a pesar de la imagen de actividad reposada y sosegada que tiene el ajedrez a ojos del profano. Y como en cualquier otro deporte, los sponsors aprovechan las posibilidades que ofrece asociar la imagen de su entidad al ajedrez.
El deporte es portador de valores y como tal desempeña una importante función en la formación de las personas. Desde los albores de nuestra civilización, y ya por parte de personajes de indudable calado en la historia y pensamiento de la humanidad como Sócrates o Aristóteles, se ha sabido reconocer el incalculable valor del deporte en la educación concediéndosele un lugar importante en los planes de estudio, y reconociendo de este modo que el deporte no sólo es beneficioso para el bienestar físico sino también para el mental. La actividad deportiva contribuye al positivo desarrollo del individuo, le ayuda en la adquisición de aptitudes sociales y refuerza la confianza en sí mismo y su predisposición al esfuerzo.
¿Y qué puede aportar el ajedrez desde este punto de vista? En comparación con deportes de mayor calado físico, el ajedrez es una actividad relativamente barata. Y puede aportar un valor añadido en el campo educativo pues enseña al estudiante a valorar el esfuerzo mental. El ajedrez es una actividad basada en el pensamiento abstracto, como muchas de las disciplinas académicas a las que un estudiante se debe enfrentar. La vertiente de competición, en la que se debe luchar con las armas de la mente para vencer al rival, convierte al ajedrez en un sensacional entrenamiento para fortalecer el pensamiento abstracto del estudiante, reduciendo la tensión que le pueden generar ciertas obligaciones académicas. Todo ello sin obviar su contribución al desarrollo de otras habilidades como pueden ser el trabajo en equipo, la solidaridad, el juego limpio, o algo tan básico como la tolerancia en un marco multicultural.
El año 2004 ha sido declarado por la Unión Europea como Año Europeo de la Educación a Través del Deporte. En este mismo año el Gobierno Vasco acaba de dar a conocer un proyecto de borrador de Decreto en el que deja de considerar al ajedrez como una actividad deportiva para pasar a clasificarla como una simple actividad social o cultural. Estaríamos cometiendo un grave error si por una decisión normativa basada en un simple criterio financiero dilapidáramos el enorme caudal de posibilidades que ofrece el ajedrez, el ajedrez como deporte.