Archivo por meses: septiembre 2003

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Tal y como se lee en la secci?n de deportes de La Nueva Espa?a de hoy:

Guerra de los clubes al Principado

Las entidades deportivas de la regi?n alertan del grave trastorno que les ocasionar?a no recibir de la Consejer?a el dinero pactado y avisan de que ?no nos quedaremos cruzados de brazos?

Oviedo, Pedro RAMOS

De Oviedo a Gij?n pasando por Avil?s y las Cuencas, donde se concentran los grandes clubes de la regi?n, la guerra deportiva se ha desatado. Daniel Guti?rrez Granda ha empezado a comunicar a diferentes entidades deportivas que se suprimen las subvenciones del Principado. En declaraciones recogidas ayer por LA NUEVA ESPA?A admit?a Granda que ?las subvenciones este a?o est?n muy, muy complicadas?. En muchos de los casos esas subvenciones est?n comprometidas y ya gastadas por parte de los clubes, por lo que, de no recibirlas, causar?a un grave trastorno a las econom?as del deporte m?s modesto.

?El club que afirme que yo le asegur? que no habr?a subvenci?n este a?o miente como un bellaco?, matiz? ayer Daniel Guti?rrez Granda respecto a sus declaraciones a este peri?dico. No obstante, el director general de Deportes s? insiste en que ?s? es cierto que la cosa est? muy complicada?. Granda sigue trabajando para que la subvenci?n a los clubes que falta por convocar pueda salir adelante, ya que ?la Consejera y yo estamos trabajando en ello todos los d?as?. Guti?rrez Granda est? recibiendo en los ?ltimos d?as infinidad de llamadas de los clubes asturianos, preocupados por el retraso en la convocatoria de esta subvenci?n, y para todos tiene las mismas palabras ?hay un considerable recorte en todas las consejer?as y es muy dif?cil que haya m?s subvenciones que las ya entregadas?.

La Direcci?n General de Deportes hab?a aprobado una partida de 390.000 euros para esta ?ltima subvenci?n, que quedaba pendiente de una modificaci?n de cr?dito que deb?a aprobar la Consejer?a de Hacienda, pero que de momento no autoriz?.

Las reacciones no se han hecho esperar. Los clubes de Oviedo iniciaron ayer una ronda de contactos telef?nicos y est?n estudiando qu? medidas se pueden adoptar. ?No nos quedaremos cruzados de brazos?, dijo uno de los representantes, que se remiti? a la reuni?n que tienen previsto mantener los clubes la pr?xima semana para analizar este asunto.

El caso es que de no recibir las subvenciones, muchos clubes ver?n agravadas sus dificultades econ?micas, al tener incluidas dichas cantidades en unos presupuestos de la temporada pasada (hasta el mes de junio) que ya no podr?n cuadrarse. ?Nosotros somos un club universitario que debido al recorte de la Universidad se nos han recortado los viajes. Ten?amos incluida la subvenci?n del Principado en el presupuesto del a?o pasado y tenemos un papel confirmando que cumplimos todos los requisitos para recibirlo. Si no nos lo dan, tendr?a que decirle a los socios en la asamblea que el Principado les enga??. Ser?a una tomadura de pelo?, se?ala Eduardo Bay?n, presidente del Universidad de Oviedo Mieres Club Pat?n, club que recibe una subvenci?n de tres millones de pesetas.

En t?rminos similares se expres? Amaro Gonz?lez, presidente del Cibeles, que tambi?n est? pendiente de una subvenci?n de tres millones de pesetas. ?La verdad es que la noticia me sorprendi?. Son malas noticias para el deporte. Analizaremos este tema en la junta directiva y la pr?xima semana hablaremos con Daniel Guti?rrez Granda?.

Juan Bedia, presidente del Baloncesto Vetusta, y Alberto Gonz?lez, presidente del Balonmano Naranco, prefirieron no hacer valoraciones hasta la reuni?n de la semana pr?xima.

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Este viernes 26 de septiembre se cumple un a?o del fallecimiento del historiador de ajedrez Ricardo Calvo. Poco se puede a?adir a su figura que no se hubiera dicho ya en el momento del desgraciado acontecimiento as? que vamos a decir algo m?s positivo y es que su biblioteca de ajedrez ha sido depositada en la Bilbioteca Municipal de Alcoy, su ciudad natal.
Es este un hecho que se sucede de tarde en tarde, coleccionistas y estudiosos que donan su biblioteca particular a una biblioteca municipal, tal y como pas? en Oviedo con la biblioteca de Pablo Mor?n que se encuentra depositada en la Biblioteca de Oviedo (o como estuvo a punto de ocurrir con la de David Bronstein en la Universidad de Oviedo hace unos a?os).
Al menos, que se den a conocer estas bibliotecas …

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Presentamos la cr?nica que muchos lectores estaban esperando: el viaje a la Rep?blica Checa de una banda de ga…, estooooo, sanos ajedrecistas.
No har? ning?n comentario, esos quedan para los lectores.
Y, pr?ximamente, lo que todos esperais, las fotos que os har?n salir de dudas acerca de si realmente estuvieron all?, de si hab?a un torneo de ajedrez, de si exist?a Pepova de si …

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Un ajedrez formado por 32 piezas que representan los principales trofeos ganados por el club blanco, 16 plateadas y 16 doradas. Parece ser que no se podr? conseguir en Asturias, tampoco es que estemos desolados por ello 😉
M?s informaci?n en la web de As.

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Es un poco largo pero merece la pena. Es el pr?logo y un cap?tulo de un interesante libro reci?n publicado «Est?pidos hombres blancos» de Michael Moore (Ediciones B ).
>
>
> Introducci?n
>
> Esta edici?n de Est?pidos hombres blancos, a diferencia de la primera, no
se publica para Am?rica del Norte, el continente donde vive la amplia
mayor?a
> de los hombres penosamente est?pidos, vergonzosamente blancos y
asquerosamente ricos.
>
> El libro se escribi? inicialmente para estadounidenses y canadienses (en
realidad s?lo para estadounidenses, pues los canadienses son gente lista y
enrollada
> que est? al corriente de los males estadounidenses y que compr? el libro
como simple deferencia hacia m?).
>
> Lo escrib? en los meses anteriores al 11 de septiembre de 2001. Los
primeros 50.000 ejemplares salieron de imprenta el 10 de septiembre de ese
mismo a?o.
> Ni que decir tiene que, al d?a siguiente, esos libros no se distribuyeron
por las librer?as de todo el pa?s tal como estaba previsto.
>
> Yo mismo le ped? a la editorial, ReganBooks (una filial de HarperCollins),
que retrasara la salida a la venta del mismo unas semanas, ya que como
residente
> de Manhattan no me sent?a con ?nimos para salir de gira de promoci?n en
tales circunstancias. El editor de HarperCollins se mostr? de acuerdo…, y
acto
> seguido, una alarma de bomba se dispar? en la sede empresarial: ?Tengo que
irme -dijo-. Van a evacuar el edificio.? Sus ?ltimas palabras fueron: ?Te
llamar?
> en unas semanas.?
>
> No hubo m?s avisos de bomba y las semanas fueron pasando. Al no recibir
llamada alguna, decid? telefonear a la gente de ReganBooks/HarperCollins
para preguntarles
> cu?ndo iban a salir a la venta mis 50.000 ejemplares (que estaban
acumulando polvo en un almac?n de Scranton, Pensilvania). La respuesta que
me ofrecieron
> pon?a muy en duda la presunta condici?n democr?tica de mi pa?s:
>
> ?No podemos sacar el libro a la venta tal como est? escrito. El clima
pol?tico del pa?s ha cambiado. Nos gustar?a que pensaras en reescribir el 50
% de
> tu trabajo…, que omitieras las referencias m?s duras a Bush y que
rebajaras el tono de tu disensi?n. Tambi?n quisi?ramos que nos entregaras
100.000 d?lares
> para la reimpresi?n de los libros.? Sugirieron que eliminase el cap?tulo
titulado ?Querido George? y que cambiara el t?tulo de ?A matar blancos?.
(?Ahora
> mismo, el problema no son los blancos?, adujeron. ?Los blancos -respond?-
siempre son el problema.?) A?adieron que me agradecer?an que no me refiriera
> a las elecciones de 2000 como un ?golpe? y que ser?a ?intelectual-mente
deshonesto? no admitir en el libro que, al menos desde el 11 de septiembre,
el
> se?or Bush hab?a hecho ?un buen trabajo?. La charla se cerr? con estas
palabras: ?En ReganBooks ya somos conocidos como los «editores del 11-S»;
tenemos
> un par de libros listos sobre los h?roes de las Torres Gemelas, vamos a
publicar la autobiograf?a del jefe de polic?a y preparamos un ?lbum
fotogr?fico
> sobre la tragedia. Tu libro ya no encaja en nuestra nueva imagen.?
>
> Pregunt? si dichas ?rdenes proced?an de arriba, o sea, del propietario de
News Corp., que posee a su vez HarperCollins, Rupert Murdoch. No hubo
respuesta.
>
> Yo s? respond?: ?No pienso cambiar el 50 % siquiera de una palabra. No
puedo creer lo que me dicen. Este libro ya lo hab?an aceptado e impreso y
ahora tienen
> miedo o simplemente tratan de censurarme para ajustarse al dictado de la
filosof?a pol?tica empresarial. En un momento en que se supone que
tendr?amos
> que estar luchando por nuestra libertad, ?vamos a dedicarnos a limitar
nuestros derechos? ?No es ?ste el momento de decir que, independientemente
de los
> ataques que suframos, lo ?ltimo que vamos a hacer es convertirnos en uno
de esos pa?ses que suprimen la libertad de expresi?n y el derecho a
discrepar??
>
> S?, sonaba tajante, pero la verdad es que estaba asustado. Mucha gente me
hab?a recomendado que me tranquilizara, que diese mi brazo a torcer un poco
o
> jam?s ver?a el libro en un estante. De modo que escrib? al editor y trat?
de llegar a una soluci?n de compromiso, ofreci?ndome a escribir material
nuevo
> y a revisar la obra para asegurarme de que no quedase una sola l?nea que
pudiera resultar ofensiva para quienes perdieron a alg?n ser querido el 11
de
> septiembre. Intent? apelar a su sentido de lo que deber?a ser el verdadero
patriotismo -dejar que todo aquel que desee expresar su punto de vista haga
> o?r su voz- y les dije que confiaba en que fueran ellos quienes lo
publicaran, pues presum?a que no iban a echarse atr?s ante tales riesgos.
>
> Le respuesta que obtuve es el equivalente editorial de ?vete a la mierda?.
>
> Me exig?an una reescritura sustancial, segu?an insistiendo en que metiese
tijera a buena parte del libro y, efectivamente, quer?an que mandara un
cheque
> por valor de 100.000 d?lares a la empresa del se?or Murdoch.
>
> El toma y daca se prolong? dos meses. Trat? de hablar con la presidenta de
ReganBooks, Judit Regan, pero no se dign? devolverme las llamadas. Sus
allegados
> me dijeron que, desde el 11 de septiembre, Regan pasaba buena parte de su
tiempo en el canal de Fox News, presentando un programa de debates y
entrevistas
> de ?ltima hora, quiz?s uno de los peores de la televisi?n americana (en
vista de que hab?a integrado su editorial en el imperio medi?tico de
Murdoch, ?ste
> la hab?a recompensado con un espacio propio en su canal de noticias).
>
> Fuentes de News Corp, me contaron varios detalles relativos a la pr?ctica
prohibici?n de mi libro, pero las leyes inglesas no me permiten publicarlos
en
> la edici?n brit?nica del mismo. ?Eh, ex propietarios de Am?rica del Norte
y de buena parte del mundo, a ver si os agenci?is una Constituci?n con una
Declaraci?n
> de Derechos y una Primera Enmienda que garantice la libertad de expresi?n
y de prensa! Tan bien como empezasteis con la Carta Magna -hace ya mil
a?os-,
> y parece que fue lo ?ltimo a lo que os quisisteis comprometer por escrito.
Liberadme de la censura. Nos disteis un gran idioma, constru?steis caminos
por
> todos lados, y en Estados Unidos todav?a vemos las reposiciones del Show
de Benny Hill. Lo m?nimo que podr?ais hacer es permitir
>
> que un autor escriba lo que piensa en lugar de verse obligado a pedir a
los ciudadanos brit?nicos que se escabullan de la monarqu?a y acudan al
ciberespacio
> (
> www.michaelmoore.com)
> para averiguar lo que no me dejasteis decir en estas p?ginas.
>
> Hacia las ocho de la noche del 30 de noviembre de 2001, recib? una llamada
de HarperCollins.
>
> -Parece que nadie se baja del burro -se lament? mi editor, apesadumbrado-.
T? no te bajas, ellos tampoco. Punto muerto. El libro no va a salir en sus
condiciones
> actuales.
>
> Le dije que pod?a llevarlo a otra editorial.
>
> -No puedes -repuso-. Lee tu contrato. Tenemos los derechos por un a?o.
>
> -Y si el libro no sale, ?qu? vais a hacer con las 50.000 copias que ten?is
muertas de asco en un almac?n?
>
> -Pues supongo que las van a triturar para reciclar el papel.
>
> ?Triturar? ?Destruir? Me entraron n?useas. Esa noche no pegu? ojo. ?En qu?
punto me hallaba? Trat? de animarme ponderando las ?ltimas palabras que
acababan
> de decirme. ?M?ralo desde el lado bueno -le dije a mi esposa-; esto
demuestra la enorme influencia que tenemos en el panorama pol?tico: ?hasta
el opresor
> se dedica ahora a reciclar!?
>
> Era un ?ltimo intento para no comerme la cabeza con la sospecha de que mi
pa?s estaba dejando de ser tierra de libertad. Todos sabemos algo que somos
incapaces
> de confesarnos: estamos ante un estado policial en ciernes que se acerca a
la pesadilla orwelliana de la mano de una fuerza mucho m?s eficaz que la
Polic?a
> del Pensamiento: la polic?a empresarial. Mientras el gobierno hace redadas
de ciudadanos con aspecto de ?rabes y los encierra sin cargos, la ?lite
empresarial
> se entretiene idiotizando al pueblo.
>
> Pens? que ya no hab?a nada que hacer, pero entonces lleg? la ma?ana del 1
de diciembre de 2001. Esa fecha deber?a ser una fiesta nacional en el pa?s,
pues
> tal d?a como ?se del a?o 1955 una costurera negra rehus? ceder su asiento
a un blanco en un autob?s p?blico de Montgomery, Alabama. Seg?n la ley, el
color
> de su piel la obligaba a ello. Su callado gesto de coraje sacudi? los
cimientos de la naci?n y desencaden? una revuelta. Rosa Parks, que ahora
reside en
> mi estado natal de Michigan, es un importante recordatorio de que pueden
darse grandes cambios en una sociedad cuando una o dos personas de
conciencia
> limpia y firme deciden actuar.
>
> Y as? sucedi? el 1 de diciembre de 2001. Acud? a alg?n lugar de Nueva
Jersey para hablar ante un centenar de personas de un consejo de acci?n
ciudadana
> en cuya reuni?n anual me hab?a comprometido a participar. Plantado en la
tarima, les confes? a los concentrados que no me sent?a con ganas de
pronunciar
> el discurso que hab?a planeado. En su lugar, les cont? lo que me hab?a
impedido dormir la noche anterior. Les dije que ya no cre?a que nadie
pudiera llegar
> a leer las palabras que hab?a escrito y les pregunt? si les importaba que
les leyera un par de cap?tulos de mi Est?pidos hombres blancos.
>
> La sala asinti?, tal como uno espera que haga la clase trabajadora de
Jersey cuando se les ofrece algo que el poder no desea que sepa. As? que me
puse a
> leer los amenazadores cap?tulos conocidos como ?Querido George? y ?A matar
blancos?. Al cabo, la sala prorrumpi? en c?lidos aplausos y varias personas
> me pidieron que les firmase algunos ejemplares.
>
> -?Qu? ejemplares?-pregunt?.
>
> -Ejemplares de su primer libro -respondi? una mujer.
>
> -Claro -dije y me sent? para disponerme a firmar, no mi libro m?s
reciente, sino el que hab?a perge?ado cinco a?os antes. Mientras
autografiaba un ejemplar
> tras otro, pens? que podr?a estar firmando mi nueva obra si al menos
hubiese cedido, cedido un poco… o mucho. Si al menos hubiese renunciado
por completo
> a mis principios.
>
> Cuando termin?, sal? precipitadamente del edificio porque no quer?a que
toda esa gente me viera llorar. ?El grande y corajudo Michael Moore! Regres?
a Manhattan,
> convencido de que mi carrera de escritor hab?a terminado y que viv?a en un
lugar que me hab?a desecado el alma. Enjugu? mis l?grimas al divisar ante m?
> el cercenado perfil de la ciudad. Bien, pens?, al menos todav?a segu?a
all?, a diferencia de los bomberos de mi manzana o el productor con quien
hab?a
> trabajado en abril y que, en aquel infausto d?a de septiembre, viajaba en
el avi?n que impact? contra la torre sur del World Trade Center. S?; estaba
vivito
> y coleando.
>
> Entonces, sucedi? algo milagroso. Sin saberlo yo, entre el p?blico al que
me hab?a dirigido el 1 de diciembre en Jersey, se hallaba una mujer que,
despu?s
> de escuchar mis penas, decidi? hacer algo al respecto. Era una
bibliotecaria de Englewood, Nueva Jersey, llamada Ann Sparanese. Aquella
noche, se fue a
> casa y se conect? a Internet para escribir una carta a sus amigos
bibliotecarios, que colg? en un par de p?ginas dedicadas a temas literarios
progresistas,
> en la que les contaba lo que HarperCollins planeaba hacer. Me ri?? (al m?s
puro estilo de las bibliotecarias) por no hacer p?blico mi caso, pues no
ten?a
> derecho a callar en el creciente clima de censura que empezaba a
respirarse en el pa?s y que afectaba a todo el mundo. Cabe recordar que la
nueva ley antiterrorista
> USA Patriot Act prohib?a a los bibliotecarios denegar a la polic?a
informaci?n sobre qui?n est? leyendo qu?. ?Incluso pod?an acabar en la
c?rcel si contactaban
> un abogado! Pese a esta atm?sfera opresiva, Ann Sparanese pidi? a todo el
mundo que escribiera a HarperCollins y exigiera que pusiera a la venta el
libro
> de Michael Moore.
>
> Y eso es lo que cientos y luego miles de ciudadanos hicieron.
>
> Yo no ten?a la menor idea de que esto se estaba cociendo hasta que recib?
una llamada de HarperCollins.
>
> -?QU? LES DIJISTE A LOS BIBLIOTECARIOS? -inquiri? la voz al otro extremo
de la l?nea.
>
> -?De qu? hablas? -le pregunt?, desconcertado.
>
> -Estuviste en Nueva Jersey y contaste todo a los bibliotecarios.
>
> -No hab?a bibliotecarios en Nueva Jersey y… ?C?mo sabes lo que dije?
>
> -Est? en Internet. Alg?n bibliotecario se ha empe?ado en difundir la
historia, ?y ahora estamos recibiendo un mont?n de correo hostil por parte
de bibliotecarios!
>
> Vaya, me dije. Los bibliotecarios son, sin duda, un grupo terrorista con
el que uno no desear?a enzarzarse.
>
> -Lo siento -dije, apocado-. Pero te juro que comprob? que no hubiera
prensa en la sala.
>
> -Pues ahora ha salido a la luz, y no hago m?s que recibir llamadas de
Publisher's Weekly.
>
> Pocos d?as despu?s, PW cit? una supuesta declaraci?n de mi editor en la
que afirmaba que yo reescribir?a el libro (m?s tarde, ?ste la desminti?
rotundamente).
> Despu?s de guardar silencio ante la prensa durante meses, esperando poder
arreglar las cosas pac?ficamente, le cont? a PW todo el viacrucis por el que
> hab?a pasado, as? como que hab?a 50.000 copias de mi libro retenidas como
rehenes en Scranton. Entonces, el periodista me habl? de la bibliotecaria de
> Nueva Jersey que hab?a alborotado el avispero.
>
> -No conozco a esa mujer -dije-, pero sea quien sea me gustar?a
agradec?rselo.
>
> La semana siguiente, despu?s de que me convocaran a un encuentro con el
alto mando en HarperCollins -en el que se me amenaz? nuevamente con que mi
libro
> ?simplemente no puede salir al mercado con esa portada y ese t?tulo?-,
recib? una llamada de mi agente para comunicarme que el libro se pondr?a a
la venta
> tal como estaba, sin un solo retoque.
>
> La editorial estaba mosqueada porque todo hab?a salido a la luz p?blica y
ellos quedaban como unos censores (que es lo que eran). ??Malditos
bibliotecarios!?
> Dios los bendiga. No deber?a sorprender a nadie que los bibliotecarios
fueran la vanguardia de la ofensiva. Mucha gente los ve como ratoncitos
mani?ticos
> obsesionados con imponer silencio a todo el mundo, pero en realidad lo
hacen porque est?n concentrados tramando la revoluci?n a la chita callando.
Se les
> paga una mierda, se les recortan su jornada y sus subsidios y se pasan el
d?a recomponiendo los viejos libros maltrechos que rellenan sus estantes.
?Claro
> que fue una bibliotecaria quien acudi? en mi ayuda! Fue una prueba m?s del
revuelo que puede provocar una sola persona.
>
> Sin embargo, la airada editorial hab?a decidido que este libro deb?a morir
de un modo u otro, con o sin bibliotecarios. Ordenaron que no se imprimieran
> m?s ejemplares y me notificaron que no habr?a promoci?n en los peri?dicos
y que mi gira de presentaci?n se limitar?a a tres ciudades (?tres y media si
> quieres contar la ciudad en la que vives?): Ridgewood, Nueva Jersey (donde
reside el congresista republicano que en las elecciones de 2000 compiti?
contra
> el ficus que nuestro programa de televisi?n hab?a designado como
candidato); Arlington, Virginia (sede del Pent?gono) y Denver. Pregunt? si
hab?an extra?do
> tan brillante idea del manual C?mo acabar con un libro. El d?a de la
presentaci?n se acercaba peligrosamente, y HarperCollins hab?a acordado con
las emisoras
> un total de cero apariciones televisivas. El libro no se mencion? ni en la
radio ni en la televisi?n p?blica y se me inform? de que una cadena de
librer?as
> vetaba mi aparici?n en sus dependencias ?por razones de seguridad?.
>
> As? pues, el libro parec?a listo para un entierro inmediato cuando decid?
publicar una carta en Internet en la que refer?a todo por lo que hab?a
pasado.
> Denunciaba que en esta nueva era de represi?n, las palabras se antojaban
tan peligrosas como terroristas y ped?a a los lectores que compraran el
libro
> para no dejar que quedaran sepultadas.
>
> En pocas horas se vendieron los 50.000 ejemplares. Al d?a siguiente,
Est?pidos hombres blancos era n?mero uno en la lista de Amazon.com.
HarperCollins se
> hallaba en estado de choque. ? C?mo era posible ? Me hab?an dicho que la
obra j amas llegar?a a conectar con el pueblo norteamericano.
>
> Al quinto d?a, el libro ya iba por su novena reimpresi?n. La editorial no
daba abasto. Se coloc? en el primer puesto de la lista de libros m?s
vendidos
> del New York Times y de las del resto del pa?s. Durante meses no fue
posible encontrar un ejemplar en las librer?as.
>
> Mientras escribo esto, Est?pidos hombres blancos se halla en su quinto mes
como l?der de todas las listas. Sigue sin haber recibido publicidad alguna
en
> los peri?dicos, y yo s?lo he aparecido en dos programas de televisi?n: uno
que se emite hacia la una de la madrugada y otro que empieza a las siete de
> la ma?ana.
>
> El ostracismo medi?tico no ha surtido el menor efecto. El p?blico
estadounidense, al que los medios pintan m?s burro que un canasto, ha
demostrado que sabe
> estar a la altura de las circunstancias, y no hay m?s que agradec?rselo a
George W. Bush. Sus acciones desde aquel mes de septiembre han estremecido a
> todo americano pensante. Este libro ha vendido m?s ejemplares que ning?n
otro t?tulo de no ficci?n en Estados Unidos este a?o.
>
> La ?ltima noticia que tuve es que iba camino de su 25a impresi?n. ?nimo,
ciudadanos de este hermoso planeta: puede que, despu?s de todo, haya todav?a
esperanza
> para nosotros, los americanos.
>
> Lo que me alegra de que ahora se edite fuera de EE. UU. es que, a juzgar
por el correo que recibo de Londres a Liverpool y de Galway a Perth, los
estadounidenses
> no tenemos el monopolio de los est?pidos hombres blancos. Despu?s de que
el libro alcanzara el primer lugar de ventas en Canad? (puesto en el que
sigue
> despu?s de cuatro meses), empec? a recibir incontables cartas de
canadienses cont?ndome qu? panda de cabrones gobiernan su pa?s, desde el
arrogante (aunque
> lameculos de EE. UU.) primer ministro hasta el magnate que posee casi
todos los grandes peri?dicos, una mir?ada de cadenas de televisi?n y 120
peri?dicos
> locales. No hay duda de que los canadienses pod?an identificarse con mi
discurso.
>
> Entonces, sucedi? algo curioso. Mi esposa me llam? para que echase un
vistazo a la pantalla de su ordenador, y all? estaba: Est?pidos hombres
blancos, en
> el n?mero uno de las listas de Amazon en el Reino Unido. ?C?mo era
posible? All? todav?a no hab?a salido a la venta. Sin posibilidad de
adquirirlo en Gran
> Breta?a (HarperCollins hab?a respondido a mis repetidas peticiones de que
publicaran una edici?n inglesa con persistentes negativas), los brit?nicos e
> irlandeses estaban comprando ejemplares importados que se vend?an
notablemente m?s caros. A sabiendas del dinero que hab?a de por medio,
ReganBooks/HarperCollins
> pusieron las imprentas a toda m?quina para exportar otros miles de
ejemplares a las Islas Brit?nicas. En una semana, el libro ya estaba en el
primer puesto
> de la lista de ventas del Sunday Times.
>
> Ahora ya me he librado del rodillo de Murdoch, gracias a la ayuda de
Penguin Books, del Reino Unido, que se ofreci? a publicar la edici?n de
bolsillo. La
> misiva que me enviaron es una de las muestras m?s generosas y firmes de
compromiso con mi trabajo que he visto nunca y agradezco su apoyo
enormemente.
>
> No es la primera vez que establezco una relaci?n mejor con extranjeros. La
BBC se ofreci? a producir mi primera serie, TV Nation, despu?s de que la NBC
> la rechazara en Estados Unidos.
>
> Una vez recibida la aprobaci?n de la BBC, la NBC decidi? que hab?a
cometido un error y nos incluy? en su parrilla. Posteriormente, la BBC
produjo mi documental
> The Big One. El Channel Four produjo m?s tarde la primera temporada de
nuestra siguiente serie, The Awful Truth, y su socio canadiense, Salter
Street Films,
> acab? financiando mi siguiente pel?cula, Bowling for Columbine. Resulta
triste y afortunado a la vez que para conseguir dinero que me permita
ofrecer al
> p?blico norteamericano obras que examinan la condici?n estadounidense,
deba abandonar mi pa?s.
>
> Sin duda, no hace falta escarbar mucho para dar con est?pidos hombres
blancos en Estados Unidos. Sin embargo, pese a que estoy muy agradecido con
todos
> aquellos que en distintos pa?ses me han ayudado, resultar?a parcial de mi
parte achacar ?nicamente a mi pa?s la existencia de ese colectivo aberrante.
> Un sinn?mero de criaturas de esta ralea acechan en toda la Commonwealth y
en la misma tierra de Irlanda que mis bisabuelos llamaron su hogar.
>
> En Gran Breta?a, parece que toda la atenci?n de los ?ltimos a?os se ha
centrado en el mal de las vacas locas…, dejando de lado a los hombres
locos. El
> mero hecho de que no comamos hombres locos no es motivo para pasar por
alto este grave problema de seguridad. Los pol?ticos brit?nicos y ejecutivos
de
> las multinacionales hacen estragos, tratando de igualar los m?ritos de sus
colegas de EE. UU. para mostrar al mundo que su estupidez no tiene nada que
> envidiar a la de los estadounidenses. Basta considerar el estado del
sistema ferroviario brit?nico para ver adonde puede conducir el modelo
americano (que
> consiste en privatizar entidades bien gestionadas anteriormente por el
estado).
>
> No hay nada m?s triste que ver a l?deres de otros pa?ses tratando de
imitar a los del nuestro. Nunca fue m?s cierto lo de que un hombre -un jefe
de Estado-
> se apunta a un bombardeo. Si nosotros nos resignamos a aceptar unos medios
de comunicaci?n infames, al poco sus noticiarios empiezan a parecerse a los
> nuestros. Decidimos eliminar nuestra red de asistencia para los pobres y
en un abrir y cerrar de ojos su cuerpo legislativo recorta numerosos
servicios
> sociales que han existido durante d?cadas.
>
> Y esto ?ltimo es lo que resulta m?s indignante para este observador: que
otros pa?ses empiecen a castigar a los despose?dos y a hacerles la vida m?s
dif?cil.
> Es un camino que puede dejar el pa?s hecho un desastre. Si les entretiene
ver cada mes un tiroteo en escuelas y centros de trabajo yanquis, si les
parece
> que el hecho de que la tasa de mortalidad infantil en algunas ciudades
supere a la de Nairobi es se?al de progreso, si quieren vivir en un mundo en
el
> que van recort?ndose progresivamente las libertades civiles, sigan nuestro
ejemplo. De este modo, no s?lo se convertir?n en Mini-Yos de EE. UU., sino
que
> les invitaremos regularmente a participar en nuestras tentativas de
explotar a los pobres de otros pa?ses para que todos podamos llevar
zapatillas de deporte
> bien baratas. ?No pueden dejar escapar esta oportunidad!
>
> Bueno, quiz? si puedan. Tal vez a?n les quede cierta esperanza. Para
nosotros, es posible que ya sea demasiado tarde. Qui?n sabe. Este libro les
aportar?
> una visi?n de EE. UU. que no suelen presentar siquiera los medios de su
pa?s. Lo pueden considerar un espejo de lo que tambi?n sucede actualmente en
otras
> partes del mundo y como advertencia de lo que podr?a estar por venir.
Cuando terminen, ser?a de desear que se comprometan en cierta medida a
deponer a
> todos los blancos est?pidos de cada uno de sus puestos de poder. Adem?s de
hacerles sentir bien, quiz? logre que sus trenes vuelvan a llegar a la hora
> y v?a debidas.
>
> MlCHAEL MOORE, julio de 2002
>
> CAPITULO II
>
> CARTA ABIERTA AL ?PRESIDENTE? GEORGE W. BUSH
>
> Querido gobernador Bush:
>
T? y yo somos como de la familia. Nuestra relaci?n personal se remonta a
muchos a?os atr?s, aunque ninguno de los dos se haya molestado en airearla; nadie se lo creer?a.
Sin embargo, mi vida qued? profundamente marcada por algo muy personal que la familia Bush hizo por m?.

Doy un paso adelante y confieso: vuestro primo Kevin fue el director de
fotograf?a de Roger & Me. (Documental de Michael Moore en el que narra la decadencia econ?mica de su ciudad natal, Flint, Michigan, tras el desmantelamiento de la f?brica de General Motors. (N. del T.)

Cuando hice la pel?cula, no sab?a que tu madre y la de Kevin eran
hermanas. S?lo pens? que Kevin, a quien conoc? cuando filmaba la quema de
una cruz por parte del Ku Klux Klan en Michigan, era uno de esos artistas bohemios que viven en Greenwich Village. Ya hab?a realizado una pel?cula espl?ndida, Atomic Caf?, y casi en broma le ped? que viniese hasta Flint, Michigan, para ense?arme a filmar. Para mi sorpresa, acept? y, durante una semana del a?o 1987, Kevin Rafferty y Anne Bohlen anduvieron por todo Flint adiestr?ndome en el manejo del equipo y d?ndome consejos preciosos para dirigir un documental.
Sin la generosidad de tu primo, Roger & Me nunca se habr?a hecho realidad.
Recuerdo el d?a en que tu pap? fue investido presidente. Yo estaba
montando la pel?cula en una sala infecta de Washington y decid? encaminarme hacia el Capitolio para presenciar el juramento de su cargo ?Alucin? en colores al ver a tu primo Kevin, mi mentor, sentado junto a ti en el estrado! Tambi?n recuerdo que los Beach Boys interpretaron Wouldn't It Be Nice en un concierto gratuito organizado en el Mall de Washington en honor del nuevo presidente.
De nuevo en la sala de montaje, mi amigo Ben no cab?a en s? de gozo por la
ocurrencia de usar esa misma canci?n sobre escenas de la devastaci?n causada en la ciudad de Flint por la deserci?n de General Motors.
Meses despu?s, cuando se estren? la pel?cula, tu pap?, el presidente,
mand? que le enviaran una copia a Camp David para poder verla en familia.
C?mo me hubiese gustado poder espiaros en el sal?n mientras contemplabais los estragos y el desaliento que se hab?an adue?ado de mi ciudad natal gracias, en buena medida, a las decisiones tomadas por el se?or Reagan y por tu padre. En ese sentido, hay algo que siempre he deseado saber. Al final de la pel?cula, cuando el ayudante del sheriff echaba a la calle los regalos y el ?rbol de Navidad de los ni?os sin techo porque deb?an 150 d?lares de alquiler, ?se llegaron a derramar l?grimas en la sala? ?Alguien se sinti? responsable de aquello? ?O se limitaron todos a pensar ??Eres un c?mara cojonudo, Kev!??
Bueno, eso era a finales de los ochenta. Acababas de dejar la botella y,
tras algunos a?os de sobriedad, tratabas de ?encontrarte a ti mismo? con
ayuda de pap?: una empresa petrolera por aqu?, un equipo de b?isbol por all?… Yo tengo perfectamente claro que nunca tuviste la intenci?n de ser
presidente.
En uno u otro momento, todos tenemos que desempe?ar un trabajo que no nos gusta. ?A qui?n no le ha pasado?
De todos modos, para ti debe de ser distinto. En definitiva, no se trata
?nicamente de que no quieras estar all?, sino de que te ves rodeado de la
misma panda de carrozas que en otra ?poca gobern? el mundo con papi. De todos esos hombres que se pasean por la Casa Blanca -Dick, Rummy, Colin-, no hay uno solo que sea amigo tuyo. Son los viejos chochos que papi sol?a invitar a casa para compartir un buen puro y una botella de vodka mientras so?aban con masacrar a bombazos a los paname?os.

?T? eres uno de nosotros: un miembro de la generaci?n de la posguerra, un
estudiante mediocre, un juerguista! ?Qu? demonios haces con esa gente? Se te est?n comiendo vivo y te van a escupir como un hueso de aceituna.

Probablemente no te dijeron que el recorte de los impuestos perge?ado por
ellos para que t? lo firmaras era un timo para estafar dinero a la clase
media y entreg?rselo a los m?s ricos. Y eso que a ti no te hace falta m?s
dinero, gracias al yayo Prescott Bush y a su mercadeo con los nazis antes y
durante la Segunda Guerra Mundial.*

( A finales de la d?cada de los treinta y a lo largo de los cuarenta,
Prescott Bush, padre de George I y abuelo de W., fue uno de los siete
directores de la Union Banking Corporation, propiedad de industriales nazis. Tras filtrar el dinero por medio de un banco holand?s, escondieron unos 3
millones de d?lares en el banco de Bush. Dado su puesto preeminente, es sumamente improbable que Bush no estuviera al corriente de la conexi?n nazi. Finalmente, el gobierno expropi? los activos y el banco se disolvi? en 1951, despu?s de lo cual Prescott Bush -y su padre, Sam Bush- recibieron 1,5 millones de d?lares)
>
Sin embargo, todos esos tipos que te ofrecieron una cifra r?cord de 190
millones de d?lares para tu campa?a (dos terceras partes de los cuales
proced?an de s?lo setecientos individuos), la quieren recuperar reduplicada. Te van a acosar como perros en celo para asegurarse de que cumplas con el dictado.
Puede que tu predecesor tuviera la desfachatez de alquilar el dormitorio de
Lincoln a Barbra Streisand, pero eso no es nada: antes de que te enteres, tu
colega, el presidente en funciones Cheney, les entregar? las llaves del ala Este de la Casa Blanca a los directivos de AT&T, Enron y ExxonMobil.

Tus cr?ticos se ceban contigo por echar la siesta y acabar tu jornada
laboral hacia las 4.30 de la tarde. Deber?as decirles que no haces m?s que
instaurar una nueva tradici?n americana: ?siestas para todos, y todo el mundo en casa a las cinco! Cr?eme: si lo haces se te recordar? como el mejor
presidente de la historia.

?C?mo se atreven algunos a insinuar que no pegas golpe? ?Mentira! No he
visto a un presidente m?s atareado que t?. Act?as como si tus d?as en el
poder estuviesen contados. Con el Senado en manos dem?cratas y la C?mara de Representantes a punto de seguir el mismo camino en las elecciones legislativas del a?o 2002, debes tratar de ver la botella medio llena (es un decir): todav?a te quedan dos a?os antes de que todos esos ganadores resentidos que votaron por Gore te echen a patadas.

Aunque apenas llevas unos meses en el poder, la lista de tus logros es
abrumadora:
Has reducido en 39 millones de d?lares el gasto federal dedicado a
bibliotecas.
Has recortado 35 millones de d?lares de fondos para la formaci?n
pedi?trica avanzada de los m?dicos.
Has recortado en un 50 % los fondos destinados a la investigaci?n sobre
fuentes de energ?a renovable.
Has aplazado la aprobaci?n de leyes para la reducci?n de los niveles
?aceptables? de ars?nico en el agua potable.
Has recortado en un 28 % los fondos de investigaci?n para el dise?o de
veh?culos m?s limpios y seguros.
Has abrogado normas que confer?an un mayor poder al gobierno para negar
contratos a empresas que violan leyes federales y medioambientales y no
garantizan unos m?nimos de seguridad laboral.
Has permitido que la secretaria de Interior Gale Norton solicite la
apertura de parques nacionales para que en ellos se puedan talar ?rboles,
abrir minas de carb?n y hacer perforaciones para extraer gas natural.
Has roto tu promesa de campa?a de invertir 100 millones de d?lares al
a?o en la conservaci?n forestal.
Has reducido en un 86 % el Community Access Program, que coordinaba la
ayuda sanitaria a personas sin cobertura m?dica a trav?s de hospitales
p?blicos, cl?nicas y otros centros sanitarios.
Has invalidado una propuesta para facilitar el acceso p?blico a
informaci?n acerca de las consecuencias potenciales de accidentes en plantas qu?micas.
Has recortado en 60 millones de d?lares los programas de vivienda
social.
Te has negado a ratificar el Protocolo de Kioto de 1997, firmado por 178
pa?ses para frenar el calentamiento global.
Has rechazado un acuerdo internacional para reforzar el tratado de 1972
que proh?be la guerra bacteriol?gica.
Has recortado en 200 millones los programas de formaci?n profesional
para trabajadores desplazados.
Has retirado 200 millones destinados al programa Childcare and
Development que ofrece servicio de guarder?a a familias de bajos ingresos.
Has negado a los funcionarios la cobertura m?dica de los anticonceptivos
que precisan receta (aunque la Viagra sigue estando cubierta).
Has recortado 700 millones de los fondos para reparaciones en viviendas
sociales.
Has reducido en 500.000 millones de d?lares el presupuesto de la Agencia
para la Protecci?n del Medio Ambiente.
Has anulado las reglas laborales ?ergon?micas? dise?adas para proteger
la salud y seguridad de los trabajadores.
Has incumplido tu promesa de campa?a de regular las emisiones de di?xido
de carbono, factor determinante del calentamiento global.
Has prohibido toda ayuda federal destinada a organizaciones
internacionales de planificaci?n familiar que ofrecen asesoramiento para
abortar y otros servicios con sus propios fondos.
Has nombrado al ex ejecutivo de la industria minera Dan Lauriski como
subsecretario de Trabajo para la Salud y la Seguridad en las Minas.
Has nombrado subsecretaria de Interior a Lynn Scarlett, esc?ptica acerca
del calentamiento global y contraria a la implantaci?n de normas m?s
estrictas contra la contaminaci?n del aire.
Has aprobado el controvertido plan de la secretaria de Interior Gale
Norton para subastar terrenos del litoral oriental de Florida a empresas
relacionadas con la industria del gas y el petr?leo. Has anunciado tus planes para permitir prospecciones petrol?feras en el parque nacional Lewis and Clark de Montana.
Has amenazado con cerrar la oficina del sida de la Casa Blanca.
Has decidido prescindir del asesoramiento de la Asociaci?n de Abogados
de Estados Unidos para los nombramientos judiciales federales.
Has denegado ayuda econ?mica a estudiantes declarados culpables de
faltas menores relacionadas con las drogas (a pesar de que asesinos confesos pueden seguir optando a esa ayuda econ?mica).
Has destinado un mero 3 % de la cantidad solicitada por los letrados del
Departamento de Justicia para los continuados litigios de la administraci?n
contra las tabacaleras.
Has proseguido con tu recorte de los impuestos, un 43 % del cual
beneficia al 1% de los estadounidenses m?s ricos.
Has firmado un proyecto de ley que dificultar? a los americanos pobres y
de clase media declararse en bancarrota, incluso cuando tengan que pagar
facturas m?dicas elevadas.
Has nombrado a la enemiga de la discriminaci?n positiva Kay Cole James
como directora de la Oficina de Gesti?n de Personal.
Has reducido en 15,7 millones de d?lares los programas destinados a la
asistencia de ni?os maltratados.
Has propuesto la eliminaci?n del programa Reading is Fundamental (?la
lectura es imprescindible?), que distribuye libros gratuitos entre los ni?os
de familias pobres.
Has impulsado el desarrollo de armas nucleares menores, dise?adas para
atacar objetivos subterr?neos, lo que supone una violaci?n del tratado
contra pruebas nucleares.
Has tratado de revocar normas que protegen 25 millones de hect?reas de
parques naturales de la explotaci?n forestal y de la construcci?n de
carreteras.
Has nombrado a John Bolton, contrario a los tratados de no proliferaci?n
armament?stica y a la ONU, subsecretario de Estado para el Control de las
Armas y la Seguridad Internacional.
Has convertido a la ejecutiva de Monsanto Linda Fisher en administradora
adjunta de la Agencia para la Protecci?n del Medio Ambiente.
Has nombrado juez federal a Michael McConnell, destacado cr?tico de la
separaci?n entre Iglesia y Estado.
Has nombrado juez federal a Terrence Boyle, que se ha opuesto a los
derechos civiles.
Has cancelado la fecha l?mite de 2004 para que las empresas
automovil?sticas desarrollen prototipos de bajo consumo.
Has nombrado zar antidroga a John Walters, ferviente detractor de los
programas de rehabilitaci?n de presos drogadictos.
Has designado subsecretario de Interior a J. Steven Giles, miembro de
los grupos de presi?n con intereses petrol?feros y carbon?feros.
Has nombrado a Bennett Raley, que pretende revocar la Ley de Especies en
Peligro de Extinci?n, subsecretario de Interior para el Agua y la
Investigaci?n Cient?fica.
Has pretendido que se desestime una querella presentada en Estados
Unidos contra Jap?n por parte de mujeres asi?ticas forzadas a trabajar como
esclavas sexuales durante la Segunda Guerra Mundial.
Has nombrado procurador general del Estado a Ted Olson, tu principal
abogado en la debacle electoral de Florida.
Has propuesto la simplificaci?n del tr?mite de permisos para construir
refiner?as y presas nucleares e hidroel?ctricas, lo que implica la reducci?n
de las normas de protecci?n del medio ambiente.
Has propuesto la venta de ?reas protegidas en Alaska que cuentan con
reservas de petr?leo y gas.

?Caray! Qu? pedazo de lista, ?no? ?De d?nde sacas tanta energ?a? (Son las
siestas, ?a que s??)
Naturalmente, muchas de estas medidas han recibido el benepl?cito de los
dem?cratas, a quienes m?s adelante les dedico unas l?neas.
Pero ahora mismo lo que me ocupa y preocupa eres t?. Trata de recordar:
?cu?l fue tu primera disposici?n como ?presidente?? Antes de subir al coche
para dar el tradicional paseo por la avenida Pennsylvania en tu desfile
inaugural, insististe en que alguien desatornillase la matr?cula de la
limusina, pues en ella se pod?a leer el lema ?Apoya a Washington D. C. como estado federal?. ?Qu? te pasa? ?Es el d?a m?s importante de tu vida y te picas por una matr?cula!
Rel?jate, fiera.
En todo caso, sospecho que me empec? a preocupar por ti mucho antes de
aquel d?a. Durante tu campa?a, salieron a la luz una serie de inquietantes
revelaciones relativas a tu comportamiento. Finalmente, se diluyeron, pero yo sigo algo inseguro respecto a tu capacidad para ejecutar debidamente tu trabajo. No lo tomes como moralina -para eso ya est? Cheney-; no se trata m?s que de una sincera muestra de inter?s por parte de un buen amigo de la familia.

Ir? al grano: me temo que puedas representar una amenaza para nuestra
seguridad nacional.
Quiz? te parezca una aseveraci?n temeraria, pero yo no digo estas cosas a
la ligera. No tiene nada que ver con nuestras leves desavenencias acerca de
la ejecuci?n de gente inocente o de la conversi?n de Alaska en una plataforma petrol?fera. No pongo en entredicho tu patriotismo (no se puede dejar de amar un pa?s que se ha portado tan bien contigo).
Me refiero m?s bien a una serie de comportamientos que muchos de los que
te apreciamos hemos presenciado a lo largo de los a?os. Algunos de estos
h?bitos no representan ninguna sorpresa, otros est?n fuera de tu control y otros, lamentablemente, son muy comunes entre nosotros, los estadounidenses.
Puesto que tienes al alcance de la mano El Bot?n que podr?a hacernos
saltar a todos en pedazos, y visto que tus decisiones tienen consecuencias
de gran calado para la estabilidad del mundo, me gustar?a formularte tres
espinosas preguntas, y desear?a que respondieses con franqueza.

1. George, ?eres capaz de leer y escribir como un adulto?
A m? y a muchos otros nos parece que el tuyo es, tristemente, un caso de
analfabetismo funcional. No es nada de lo que debas avergonzarte, pues est?s bien acompa?ado (no hay m?s que contar las erratas de este libro). Millones de americanos tienen un nivel de alfabetizaci?n de cuarto de primaria. No es de extra?ar que dijeses aquello de ?que ning?n ni?o se quede atr?s?; ya sab?as de qu? iba.
>
Pero d?jame preguntarte esto: si te cuesta entender los complejos informes
que recibes en calidad de l?der del Mundo Cuasi-Libre, ?c?mo podemos llegar
a confiarte nuestros secretos militares?

Todos los indicios de analfabetismo son evidentes, y nadie te ha
desautorizado por ello. Nos ofreciste la primera prueba cuando se te
pregunt? por tu libro de la infancia preferido. La oruga hambrienta, respondiste.

Desgraciadamente, ese libro no se public? hasta un a?o despu?s de que te
licenciaras.

Luego est? la cuesti?n de tus expedientes universitarios, si es que son
realmente los tuyos. ?C?mo conseguiste entrar en Yale cuando otros
aspirantes de 1964 ten?an una media mucho mejor que la tuya?

Durante la campa?a, cuando te pidieron que nombraras los libros que
estabas leyendo en aquel momento, respondiste valerosamente, pero ante las preguntas sobre sus contenidos no supiste qu? decir. No me sorprende que tus asesores te prohibieran participar en nuevas ruedas de prensa a dos meses del final de campa?a. Ten?an miedo de las preguntas… pero les acojonaban tus respuestas.
Una cosa est? clara: tu sintaxis es abstrusa hasta el punto de hacer
inaprensible el discurso. Al principio, el modo en que mutilabas palabras y
frases resultaba simp?tico, casi encantador. Sin embargo, ha cobrado tintes
alarmantes con el tiempo. As?, un buen d?a, en una entrevista te cargaste
d?cadas de pol?tica exterior americana en Taiwan al decir que est?bamos dispuestos a hacer ?lo que fuera? para defender la isla y sugerir incluso que quiz? mandar?amos unas tropas. Por Dios, George, el mundo enter? se puso en alerta roja.

Si vas a ser el comandante en jefe, tienes que ser capaz de comunicar tus
?rdenes ?Qu? suceder?a si se repitieran estas meteduras de pata? ?Sabes lo
f?cil que ser?a convertir un paso en falso en una pesadilla para la seguridad
nacional? No es de extra?ar que quieras incrementar el presupuesto del
Pent?gono, pues vamos a necesitar todo el arsenal posible cuando des la orden de ?limpiar? a los rusos de la faz de la Tierra despu?s de haberte manchado la corbata de ensaladilla rusa.

Tus asistentes han declarado que no lees sus informes y que les pides que
lo hagan por ti. Como primera dama, tu madre colabor? activamente con los
programas de alfabetizaci?n. ?Cabe pensar que conoc?a bien la dificultad de educar a un ni?o que no sab?a leer?

No lo tomes como algo personal. Quiz? se trate de una discapacidad. No hay
que avergonzarse por ello. Adem?s, yo tambi?n creo que un disl?xico puede
ser presidente de Estados Unidos. Albert Einstein era disl?xico, y tambi?n lo
es Jay Leno* (caray, Leno y Einstein en una misma oraci?n: ?ves c?mo el
lenguaje puede resultar divertido?).

* Conocido humorista y presentador de un programa nocturno de entrevistas
de la cadena CBS. (N. del T.)

En cualquier caso, si te niegas a recibir ayuda, me temo que puedas llegar
a representar un riesgo intolerable para el pa?s. Necesitas ayuda.
?Necesitas el graduado escolar!

Dinos la verdad y cada noche vendr? a leerte algo antes de acostarte.
2. ?Eres un alcoh?lico? En caso afirmativo, ?c?mo afecta esa condici?n a
tus funciones como comandante en jefe?

Tampoco aqu? pretendo se?alar con el dedo, avergonzar ni faltar al respeto
a nadie. El alcoholismo es un problema grave; afecta a millones de
ciudadanos americanos, gente a la que conocemos y queremos. Muchas de esas personas logran superar su enfermedad y llevar vidas normales. Los alcoh?licos pueden ser -y han sido- presidentes de Estados Unidos. Admiro sinceramente a cualquiera que consiga vencer una adicci?n de este g?nero. T? has reconocido que no puedes controlar el alcohol y que no has probado una gota desde que cumpliste cuarenta a?os. Felicidades.

Tambi?n nos has dicho que sol?as ?beber demasiado? y que, finalmente, te
diste cuenta de que ?el alcohol empezaba a mermar mis energ?as y pod?a
llegar a enturbiar mi afecto por otras personas?. He aqu? la definici?n de un
alcoh?lico. Esto no te descalifica para ser presidente, pero requiere que
respondas a algunas preguntas, especialmente despu?s de pasar a?os ocultando el hecho de que en 1976 te detuvieron por conducir bebido.

?Por qu? no empleas la palabra alcoh?lico? Despu?s de todo, ?se es el
primer paso hacia la rehabilitaci?n. ?Qu? medidas preventivas has tomado
para no descarriarte?
Ser presidente de Estados Unidos es uno de los trabajos m?s estresantes
del mundo ?Qu? has hecho para garantizar que podr?s resistir la presi?n y la
ansiedad que conlleva ser el hombre m?s poderoso del mundo?

?C?mo podemos saber que no echar?s mano de la botella cuando tengas que enfrentarte a una crisis seria? Nunca has desempe?ado un trabajo as?. De hecho, durante veinte a?os, que yo sepa, no has desempe?ado trabajo alguno. Cuando dejaste de holgazanear, tu pap? te enchuf? en la industria petrolera hasta que hundiste algunas empresas y, entonces, te aup? a la presidencia de un equipo de b?isbol, trabajo que te obligaba a sentarte en una caseta para presenciar un mont?n de lentos y cansinos partidos.

Como gobernador de Texas, dudo que tuvieras mucho estr?s, pues tampoco hay mucho que hacer. Se trata de una ocupaci?n pr?cticamente ceremonial. ?C?mo afrontar?s una nueva amenaza para la seguridad mundial? ?Tienes un patrocinador al que llamar? ?Hay alguna reuni?n a la que debas asistir? No hace falta que contestes a las preguntas, s?lo quiero que me asegures que t? mismo te las has formulado alguna vez.

Ya s? que todo esto es muy personal, pero el pueblo tiene derecho a saber.
A quienes alegan que todo eso pas? hace ya veinte a?os y forma parte de su
vida privada, les dir? algo: a m? me atropell? un conductor borracho hace
veintiocho a?os y hasta la fecha sigo sin poder extender completamente mi
brazo derecho. Lo siento, George, pero cuando te pones al volante borracho, el tema deja de ser tu vida privada para pasar a ser la m?a y la de mi familia.

Los responsables de tu campa?a -de tu acceso al poder- trataron de
cubrirte las espaldas, mintiendo a la prensa acerca de la naturaleza de tu
detenci?n por conducir bajo los efectos del alcohol. Aseguraron que el polic?a que te arrest? te inst? a detenerte porque ?conduc?as demasiado lento?; aunque el agente en persona declar? que fue porque ibas dando bandazos hacia la cuneta. T? mismo te apuntaste a negar los hechos cuando te interrogaron acerca de la noche que pasaste en la c?rcel.

?No he estado en la c?rcel?, insististe. El agente le cont? al periodista
interesado que te esposaron, te llevaron a comisar?a y all? te encerraron
durante al menos una hora y media ?C?mo es posible que no te acuerdes?

No se trata de una simple multa de tr?fico. No puedo creer que tus
asesores diesen a entender que la acusaci?n por conducir borracho no era tan grave como las transgresiones de Clinton. Quiz?s est? mal mentir acerca de un encuentro sexual que tuviste con otro adulto estando casado, pero no es lo mismo que sentarse al volante de un coche en estado de ebriedad y poner en peligro las vidas de los dem?s (incluida, George, la vida de tu hermana, que iba contigo en el coche).

Y, a pesar de lo que dijeron tus defensores antes de las elecciones, lo
que hiciste no es comparable con la falta que confes? Al Gore, que fue la de
haber fumado hierba cuando era joven. A menos que ?ste condujera totalmente coloca-do, no estaba poniendo en peligro la vida de otros. Adem?s, nunca intent? encubrirlo.
>
Has tratado de restar importancia al incidente diciendo ?son locuras de
juventud?. Pero ten?as m?s de treinta a?os.

El d?a en que tu detenci?n se hizo p?blica, poco antes de las elecciones,
daba pena verte fanfarronear risue?o mientras tratabas de achacar tu acci?n
irresponsable al ?error juvenil? de haber estado tomando unas cervezas con los amigotes.
Me entristec? al pensar en las familias del medio mill?n de personas que han
muerto bajo las ruedas de borrachos como t? desde que viviste aquella
?aventurilla?. Gracias a Dios que s?lo seguiste bebiendo durante algunos
a?os m?s despu?s de ?haber aprendido la lecci?n?. Tambi?n pienso en lo mucho que habr?s hecho sufrir a tu esposa, Laura. Bien sabe ella lo peligroso que puede ser ponerse al volante. A los diecisiete a?os mat? a una amiga del instituto al pasarse un stop y atropellarla. Conf?o en que buscar?s su orientaci?n tan pronto como te sientas abrumado por el trabajo (hagas lo que hagas, no le pidas consejo a Dick Cheney: ha sido arrestado en dos ocasiones por conducir borracho).

Por ?ltimo, tengo que confesarte lo mal que me sent? cuando, en aquella
fren?tica semana antes de las elecciones, te escudaste en tus hijas para
eludir el tema. Dijiste que te preocupaba que tu historial de embriaguez sentara un mal precedente para ellas. Sin duda este secretismo ha dado sus frutos, como demuestran las diferentes ocasiones en que las mellizas han sido detenidas este a?o por posesi?n de alcohol. En cierto modo, admiro su rebeld?a. Te lo pidieron, te lo rogaron, te advirtieron: ?Pap?, por favor, no te presentes a la presidencia. No arruines nuestras vidas.? Pero lo hiciste. Sucedi?. Ahora, como en todos los cuentos de quincea?eras, diente por diente.

El locutor del noticiario de Saturday Night Live* lo expres? mejor que
nadie: ?George Bush ha dicho que no confes? su condena por conducir borracho por temor a lo que sus hijas pudieran pensar de ?l. Prefer?a que lo
considerasen un fracasado en los negocios que, por el momento, se dedicaba a ejecutar gente.?

Pues nada. Ap?ntate a Alcoh?licos An?nimos, y lleva a tus hijas contigo.
Os recibir?n con los brazos abiertos.

* M?tico programa sat?rico que emite la cadena NBC cada noche de s?bado.
(N. del T.)
3. ?Eres un delincuente?
En 1999, cuando se te interrog? acerca de tu presunto consumo de coca?na,
alegaste que no hab?as cometido ?ning?n delito en los ?ltimos veinticinco
a?os?.
Con todo lo que hemos aprendido acerca de respuestas esquivas en los
?ltimos ocho a?os, una contestaci?n as? llevar?a a un observador l?cido a
presuponer que los a?os anteriores fueron otra cosa.

?Qu? delitos cometiste antes de 1974, George?
Insisto: no lo pregunto para que se te castigue. Me preocupa que tal vez
guardes alg?n secreto s?rdido y oscuro, pues en ese caso estar?as
suministrando munici?n a quienquiera que lo desvele. Si alguien se enterase de tus secretillos, podr?a servirse de ellos para hacerte chantaje. Y eso te
convierte en una amenaza para la seguridad nacional.

Hazme caso: alguien descubrir? lo que escondes y, cuando lo haga, ser? un
peligro para todos. Tienes el deber de revelar la naturaleza del delito que
cometiste, sea cual sea.

En otro orden de cosas, recientemente impusiste como requisito que
cualquier aspirante a una beca universitaria respondiese a una pregunta en
la solicitud que dice: ??Has cometido alguna vez un delito relacionado con las drogas??
Si la respuesta es afirmativa, se le deniega la posibilidad de acceder a la > ayuda econ?mica. Eso quiere decir que muchos de ellos ver?n bloqueado su
acceso a la ense?anza superior por haberse fumado un canuto. Seg?n tus
nuevas directrices, Jack el Destripador todav?a puede optar a la beca, pero un c?ndido fumeta no.

> ?No te parece un gesto algo hip?crita? No puede ser que les niegues una
educaci?n superior a miles de chicos cuyo ?nico delito fue hacer lo que t?
mismo
> das a entender que hiciste a su edad. Vaya jeta. Visto que te vamos a
pagar 400.000 d?lares anuales hasta el 2004 -del mismo fondo federal que
sirve para
> pagar las becas universitarias-, me parece justo plantearte esta pregunta:
?se te ha acusado alguna vez de vender drogas (sin contar el alcohol o el
tabaco)
> o de estar en posesi?n de ellas?
>
> George, sabemos que te han arrestado tres veces y yo no conozco a nadie,
aparte de algunos amigotes pacifistas, que haya estado en comisar?a en tres
ocasiones.
>
> Adem?s de por conducir bajo los efectos del alcohol, te han detenido por
robar una guirnalda navide?a con otros compa?eros de tu hermandad
universitaria
> para gastar una broma. ?De qu? va todo eso?
>
> Tu tercer arresto se debi? a conducta inadecuada durante un partido de
f?tbol americano. Esto es lo que, de verdad, no entiendo ?No hay nadie que
no se
> comporte de manera inapropiada en un partido de f?tbol americano! He
asistido a muchos y me han derramado encima m?s de una cerveza, pero hasta
hoy no
> he visto que detengan a nadie. Para hacerse notar entre una turba de
hinchas mamados, hay que aplicarse al m?ximo.
>
> George, tengo una teor?a sobre c?mo y por qu? te est? sucediendo todo
esto.
>
> En lugar de ganarte la presidencia, te la regalaron. As? es como has
conseguido todo en la vida. Dinero y apellido te han abierto todas las
puertas. Sin
> esfuerzo, trabajo, inteligencia ni ingenio, se te ha legado una existencia
privilegiada.
>
> En seguida aprendiste que todo lo que tiene que hacer alguien como t? en
Estados Unidos es presentarse. Te admitieron en un exclusivo internado de
Nueva
> Inglaterra por el simple hecho de apellidarte Bush. No ten?as que ganarte
el puesto: te lo compraron.
>
> Cuando ingresaste en Yale, aprendiste que pod?as pasarles la mano por la
cara a estudiantes con mayores m?ritos que hab?an hincado los codos durante
diez
> a?os para que los aceptasen en esa universidad. No lo olvides: eres un
Bush.
>
> Entraste en la Facultad de Empresariales de Harvard del mismo modo.
Despu?s de cuatro a?os err?ticos en Yale, ocupaste la plaza que le
pertenec?a a otro.
>
> Entonces, nos quisiste hacer creer que hab?as hecho el servicio militar en
la Guardia Nacional A?rea de Texas. Lo que no dijiste fue que un d?a te
escabulliste
> y ya no te reincorporaste a tu unidad: un a?o y medio de ausencia, seg?n
el Boston Globe. No cumpliste con tus obligaciones militares porque tu
nombre
> es Bush.
>
> Tras varios ?a?os perdidos? que no aparecen en tu biograf?a oficial, tu
padre y otros miembros de la familia te regalaron un trabajo tras otro. Por
m?s
> empresas que arruinabas, siempre hab?a otra esper?ndote.
>
> Por fin, acabaste como socio propietario de un gran equipo de
b?isbol -otro obsequio- a pesar de que s?lo aportaste una cent?sima parte
del dinero. A continuaci?n
> estafaste a los contribuyentes de Arlington, Texas, para que te ofrecieran
otro donativo: un estadio nuevo de miles de millones de d?lares que no
tuviste
> que pagar.
>
> No me extra?a que te creyeras merecedor del cargo presidencial. Como no te
lo ganaste, te pertenec?a por derecho. No te culpo por ello, es la ?nica
vida
> que conoces.
>
> La noche de las elecciones, mientras la balanza electoral se inclinaba a
uno y otro lado, declaraste a la prensa que tu hermano te hab?a asegurado
que Florida
> era tuya. Si un miembro de la familia Bush lo dec?a, deb?a ser cierto.
>
> Pero no lo era. Y cuando alguien te ilumin? con la noci?n de que
?nicamente el voto del pueblo puede legitimar la presidencia, te saliste de
tus casillas.
> Mandaste a tu sicario James Baker (?que se jodan los jud?os, nunca nos
votan?, fue el consejo que imparti? a pap? en el 92) para que empezara a
soltar
> mentiras y atizara los temores de la naci?n. Al ver que eso no funcionaba,
acudiste al Tribunal Federal y presentaste una demanda para que se detuviera
> el escrutinio de votos, porque sab?as c?mo iba a acabar. Si hubieras
confiado en el respaldo de la gente, no te habr?a importado que se
prosiguiera con
> el recuento.
>
> Lo que de verdad me asombra es que te hayas encomendado a la mala gente
del gobierno federal para que te ayudara. Tu lema a lo largo de la campa?a
hab?a
> sido: ?Mi oponente conf?a en el gobierno federal. Yo conf?o en vosotros,
?el pueblo!?
>
> Pues bien, pronto descubrimos la verdad. T? no confiabas en el pueblo para
nada. Te fuiste directo al Tribunal Federal a reclamar lo que era ?tuyo?. Al
> principio, los jueces de Florida no picaron y alguien te dijo ?no?, quiz?
por primera vez en tu vida.
>
> Pero como ya hemos visto, los amigos de pap? en el Tribunal Supremo
estaban all? para arreglarlo todo.
>
> En resumen: has sido un borracho, un ladr?n, posiblemente un delincuente,
un desertor impune y un llorica. El veredicto quiz? te parezca cruel, pero
es
> que el amor puede ser despiadado.
>
> Y por amor de todo lo que es sagrado y decente, chico, te animo a que
presentes tu dimisi?n inmediatamente y restituyas el buen nombre de tu
familia todopoderosa.
> Haz que todos aquellos que a?n creemos que existe una pizca de decencia en
el clan nos sintamos orgullosos al comprobar que un Bush con sentido com?n
es
> mejor que un Bush com?n y consentido.
>
> Atentamente,
>
> Michael Moore
>