Algún jugador famoso, no se si Fischer, ya predijo que llegaría el día en el que habría que colocar detectores de metales en la entrada de los torneos. Y ese día ha llegado y ha sido en el Campeonato del Mundo de San Luís:
Además del control antidopaje que ordena el COI, los ocho participantes en San Luis pasan cada día por un detector de metales cuya principal función es evitar que los jugadores entren en la sala con teléfonos móviles o cualquier otro artilugio -un microauricular, por ejemplo- que sirva para recibir soplos de jugadas durante las partidas. Y sus ocho retretes son minuciosamente inspeccionados por los árbitros con el mismo fin.