Llevo ya mucho tiempo oyendo hablar de ella, pero lo que he oído no hace mucho en Madrid y lo que se puede leer en la editorial de AjedrezND me hace pensar que la idea -bastante desconocida para el común de los mortales y clubes- se encuentra bastante más madura de lo que parece ¿Quizá para estar a punto en un par de años?
Y la idea es muy simple. Mirémonos en el espejo de otros deportes, a ser posible de aquellos que mueven dinero, veamos sus competiciones por clubes y fijémonos que en sus categorías superiores hay una cosa que se llama liga profesional. Olvidémonos de detalles que el ajedrez no comparte con ellas, a bote pronto se me ocurren dos:
- El Problema del Huevo y la Gallina: ¿Qué fue antes? ¿La Liga Profesional o el dinero? ¿Se financian esas ligas profesionales simplemente de unos pocos organismos oficiales y algún mecenas en rama (en rama, del ramalazo que les da a algunos por meter dinero en ajedrez a espuertas hasta que se acaba y entonces se cierra el chiringuito)? ¿Qué son los derechos de imagen, esos perfectos desconocidos? ¿Paga alguien por ver ajedrez? Peor aún ¿hay alguien dispuesto a pagar por ver ajedrez? ¿Seremos capaces de engañar a 12 entidades para que creen una franquicia?
- El Milagro de los Peces y los Panes: Como de todo el mundo es sabido Ronaldo, Messi o Kaká juegan durante el año en 6 o 7 equipos, y es que cuando termina la liga española se van a jugar el calcio, la bundesliga, la premier, el torneo de apertura de la plata, etc, nada extraño, creo que Gasol hace lo mismo con la NBA, la ACB y otras cuantas competiciones nacionales más. Luego ya, la Champions, la UEFA o la Copa Libertadores la jugarán con quién quieran, puede que incluso con un equipo de un país en el que no hayan jugado, no importa mucho pues después de todo ¿a quién le importan esas competiciones supranacionales? ¿Quién se toma en serio un deporte con competiciones internacionales que seguro que no tienen ninguna repercusión?
No vendría mal sentar también algún precepto básico que todo buen conocedor del ajedrez siempre tienen en mente: la profesionalidad en ajedrez dura una semana, más o menos el tiempo que dura el campeonato nacional de clubes. Y cuando digamos profesionalidad no tengamos en mente contratos de trabajo de esos que tienen un convenio colectivo y que incluso hasta pasan por la Seguridad Social, pensemos mas en yo te doy X cantidad por una semana que luego justifico en la entidad como unas simultaneas, unas clases, unas conferencias o algún otro sarao. Y es que la dignidad del profesionalismo del ajedrez debe ser tan importante que … no debe haber en España un sólo jugador de ajedrez dado de alta como tal en el correspondiente régimen de la Seguridad Social.
Sigamos reflexionando, si es que queda mucho sobre lo que reflexionar. En todo este proceso económico profesional vamos a suponer que hay entidades dispuestas a contratar ajedrecistas profesionales, es más, vamos hasta a suponer que hay ajedrecistas que estén dispuestos a que les contraten como profesionales, pero como los de verdad, ¿eh? Como usted y como yo de los que a fin de mes (realmente sería a fin de semana, recordemos un precepto anterior, la profesionalidad dura un fin de semana) contribuyen con su renta generada a mantener el sistema público de pensiones, a aportar una cuota al sistema de desempleo (en toda su carrera profesional, una semana trabajada por año, algunos llegarían a acumular 3 meses de paro) y a contribuir al sistema de redistribución de la renta, esto es, vamos a suponer que el ajedrecista pofesional descubre la diferencia entre bruto y neto. ¿De donde saldrá el dinero para todo este dispendio? ¿Será cierto que el ajedrez podrá ser en España una fuente de creación de empleo? Olvidémonos de los generosos mecenas en rama, que es un modelo de crecimiento que no conviene, queremos mecenas serios. Pero resulta que el concepto de mecenas y mecenazgo sólo se aplica al deporte amateur, lógico, un mecenas aporta por amor al arte (o al ajedrez). Llegamos pues a que necesitamos un capitalista, alguien que esté dispuesto a aportar dinero a la competición profesional de ajedrez para tener sus beneficios, tangibles o intangibles. De los tangibles, esos que se ven en la cuenta corriente, olvidémonos, quitando algunos pocos equipos de fútbol o baloncesto nadie más los debe obtener. Pasemos a los intangibles, alguien está dispuesto a pagar equipos profesionales (y puede que incluso hasta a pagar por organizar o poner su nombre a la competición) por prestigiar su nombre, por asociar su buen nombre al buen nombre del ajedrez. Bien, esto ya lo tenemos sin profesionalidad ¿Pensamos acaso que por decir somos los profesionales van aún a aportar más dinero? Esto merece una reflexión aún «más profunda».
Quizá porque hoy tenga el día gracioso, me haya levantado de buen humor, brille el sol, o simplemente porque vea que nunca enunciaré un gran teorema en el apasionante mundo de la Economía, voy a enunciar un gran teorema en el mundo del ajedrez. O quizá sea una tautología, quién sabe. Yo lo llamaré Teorema de Jesgar, y estoy seguro de que es tan novedoso, tan original, tan reflexionado que a naaaaaadie nunca se le ha ocurrido antes (prepárate Pitágoras, allá voy). Como estos días estoy un poco cansado de ver letras griegas, prescindiré de complicadas deducciones, me ahorraré parámetros y me olvidaré de sesudos espacios vectoriales. Así, el Teorema de Jesgar en su forma más simple quedaría enunciado como:
El ajedrez será profesional cuando en la sala haya más espectadores que jugadores.
Creo que su comprensión está al alcance de todo el mundo que alguna vez haya pisado una sala de juego. Como aplicación práctica podemos observar cualquiera de los CECLUB que este verano se celebran. Creo que podemos desafiar a cualquiera de los cuatro CECLUB a poner a prueba este criterio ¿En algún momento en la sala de juego hubo o habrá, de manera sostenida, más espectadores que participantes? Es más ¿los hubo o habrá incluso de manera puntual? Lanzado queda el guante, y bien que me gustaría equivocarme.
Claro que siempre podemos echar mano de la panacea de esto del interner ese. Y es que nuestras competiciones son tan importantes que las siguen cienes y cienes de personas desde sus casas. Vamos, que a poco que nos pongamos hasta mieles y mieles de personas se pasan varias horas pegadas al monitor siguiendo las partidas. ¿Qué capitalista (¿recordáis? ese personaje mitológico ….) no se va a resistir a semejantes encantos? En otros deportes hay millones de personas siguiéndolos por TV, pero también miles que lo siguen en directo en el lugar de juego (algunos incluso hasta pagan por ver el espectáculo, parece mentira) y que además crean buzz alrededor. Esto del buzz es un moderno concepto de marketing que se refiere a todo lo que rodea a un producto, en el sempiterno ejemplo del fútbol tendríamos las camisetas, los periódicos deportivos, los videojuegos, etc. En ajedrez, creo que hay por ahí alguno que hasta se compra de vez en cuando una revista de ajedrez, incluso me han hablado de ajedrecistas que compran libros. Y es que, aunque pinines los hay por todas partes, cada vez más gente sabe lo difícil que es medir la difusión de un evento en la Red, y todavía hay más que saben lo fácil que es, ya no falsear, sino tergiversar las estadísticas de acceso a los servidores. Y la prueba del algodón no engaña: en la sala hay menos espectadores que jugadores.
¿En que nos queda todo esto de la profesionalidad? En más de lo mismo de lo que tenemos hasta el momento. Mucho me temo que incluso en un deseo de crear dos competiciones distintas, la de los profesionales y la de los aficionados. Dos competiciones para las que los recursos disponibles se repartirán según una lógica marxista: partiendo de la nada habremos alcanzado las más altas cotas de la miseria (Groucho Marx). Una miseria a la que, de nuevo quisiera equivocarme, algunos parecen dispuestos a lanzar el asalto para reservarse la mayor porción del pastel.
Recaudar dinero puede resultar bastante difícil para cualquier actividad, cuando se tiene además entre manos una actividad como el ajedrez que parece que no le gusta ni a los propios ajedrecistas (no asistencia a torneos como espectadores, no participación sin expectativa de premio, no participación en actividades «colaterales» o buzz, etc) resulta ya sumamente difícil por no decir casi imposible. Si algún potencial patrocinador acude a ver alguna de las competiciones se puede llevar las manos a la cabeza y salir corriendo, si ve la capacidad organizativa de pruebas de ámbito internacional se llevará las manos a la cabeza y se irá con la impresión de que el ajedrez es lo que él pensaba: una actividad de cafetería a la altura del tute, parchís o dominó.
Para terminar cuatro apuntes evidentes, que a todos nos asombran de lo obviamente evidentes que pueden llegar a ser, y que comparativamente con otros deportes pueden llegar a doler:
- No puede haber profesionalidad donde no hay recursos económicos
- Sólo hay dinero cuando la actividad parece seria
- Que un jugador pueda participar en distintas competiciones nacionales sólo evidencia dos cosas: que no hay identidad de club y que no hay interés por crear competiciones supranacionales de clubes que se merezcan ese nombre
- Un cachondeo similar al que existe con las banderas FIDE y la posibilidad de cambiar de selección según sople el viento
Las dos primeras es evidente que todos somos culpables de ellas. Las dos últimas habría que pedirle explicaciones a organismos ajedrecistas a nivel europeo cuando menos. Y de la previsible liga profesional pues le pediremos explicaciones a … quién de la cara para defenderla.