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La siguiente historieta tambi?n tiene su propia historia…
Hay un libro, ahora fuera de edici?n, titulado "Ajedrez brillante" y escrito por m?ximo Borrell y que es una aut?ntica joya.
Para el verano de 1995 yo hab?a escrito al peri?dico "La farola" para ofrecerme a colaborar con ellos escribiendo, desinteresadamente, una columna de ajedrez. (ya sab?is que "La farola", es una publicaci?n cuyos beneficios se destinan principalmente a los "sin techo"). Hab?a escrito ya alguna cosa para ellos, y en diciembre ,e dijeron que les gustar?a que escribiese una historia o que analizase alguna partida, pero a ser posible con alg?n "motivo" navide?o.
Despu?s de algunos d?as sin saber qu? escribir, me acord? de un cuento genial de E.Iavitch, publicado en el ya mencionado libro, pero al no tener conmigo una copia, decid? reconstruir las ideas bas?ndome en mis recuerdos y en mi imaginaci?n, y si bien mi composici?n no se acercaba ni de lejos al excelente relato que yo hab?a le?do en el libro, con algunas modificaciones m?as, el trabajo final se adecuaba bastante bien a ese esp?ritu navide?o que a la gente le gusta rescatar de su alma en esas fechas…
Pero hete aqu? que debido a las limitaciones de espacio, propias de cualquier publicaci?n, mi historia hubo de ser, ante mi tristeza, modificada y recortada despiadadamente por los redactores de La farola.
Aqu?, que no hay tijeras, he podido publicarla entera…

Sir Williams

Soy un conocido arist?crata ingl?s, aunque no uno de ?sos que heredan sus fortunas y no mueven un solo dedo en toda su vida. Me llamo Anthony Williams, aunque todos me conocen por Sir Williams. ?Por qu? me decido a contarles la siguiente historia? bueno, hubo un momento en mi vida en el que hubiese sentido una sana verg?enza al revelar lo que van a leer, pero ahora, una vez cruzado el umbral de mi juventud, ya no tengo nada que ocultar y, adem?s, ?hasta guardo gratas memorias de la misma!

Caf? Berlin, Pitt Street. Londres, 1905.
El ambiente de los caf?s antes de la primera confrontaci?n mundial era muy parecido en las grandes capitales Europeas. Grupos de artistas bohemios discut?an amigablemente con los intelectuales de turno sobre lo grandioso que hubiese sido vivir en ?poca del renacimiento o sobre pol?tica o sobre las damas parisinas o… qu? m?s da. La niebla Tamesiana tambi?n estaba presente en estos locales, aunque en forma de un humo que casi formaba parte de la decoraci?n, y que por alguna extra?a raz?n, a nadie parec?a molestar.
Muchas veces ten?a que caminar durante un largo trecho sobre aquel suelo incoloro antes de poder sentarme al lado de una de mis mesas favoritas, la que siempre ten?a un tablero de ajedrez con las piezas puestas, como si estuviesen esperando a que alg?n humilde pensador crease alguna obra maestra con ellas, prest?ndose voluntariamente a ser usadas para tan noble fin.
Por fortuna gozaba de una s?lida reputaci?n de caballero educado y distinguido, si bien mis sarc?sticos comentarios no siempre eran del agrado de todos, pero en cualquier caso puedo decir sin miedo a despertar la antipat?a por un exceso de -s?lo aparente- prepotencia, que mis partidas eran todo un espect?culo, tanto visual como sonoro, y yo lo sab?a.
Lo cierto es que todos los presentes aquel d?a ya hab?an sido, en una o varias ocasiones, v?ctimas de mi enorme habilidad ante el tablero, por lo que nadie parec?a estar dispuesto a sufrir una vez m?s mis excesos verbales.
Recuerdo que mientras hac?amos tiempo para ver si alg?n desprevenido se acercaba a nuestra mesa, apareci? un caballero alto y misterioso. El bomb?n que a?n llevaba puesto no disimulaba su origen for?neo, pero lo m?s destacable era que… ?se hab?a quedado mir?ndome fijamente ante mi m?s perplejo asombro!
Naturalmente le invit? r?pidamente a jugar y ?l, aunque rehus? repetidas veces mientras intentaba decirme algo en una especie de lenguaje m?mico, no ten?a otra elecci?n. Las sonrisas de mis fieles acompa?antes me hicieron presagiar que est?bamos ante una tarde inolvidable, ?y no saben cu?nta raz?n ten?a!
Sorteamos piezas y me toc? llevar las blancas. Antes de comenzar mi contrincante volvi? a gesticular con sus manos como tratando de impedir que comenz?semos, o quiz? es que yo no le estuviese escuchando mucho… y a pesar de que siempre me saltaba esa regla de oro "a la torera", le record? que el ajedrez se juega en silencio. El misterioso personaje no ten?a alternativa:
1.c4 Recuerdo un breve aplauso por parte de algunos miembros de mi p?blico…?despu?s de todo est?bamos en Inglaterra! 1…f5 He de confesar que esta respuesta, jugada sin la m?s m?nima vacilaci?n, me molest? un poco. Normalmente un jugador poco experimentado no osar?a jugar una Defensa Holandesa… 2.Cc3 Cf6 3.e3 Era consciente de que ?sta no era la continuaci?n m?s agresiva, pero ante un desconocido la precauci?n no pod?a ser mala consejera. 3…d6 4.Cf3 Cc6 No es que esperase ganar en pocas jugadas, pero una correcta centralizaci?n de los caballos por parte de mis oponente era inequ?voca se?al de que no se trataba de ning?n principiante. Me empec? a preocupar seriamente… ?qui?n era este personaje? nunca lo hab?amos visto por all?, nadie parec?a saber nada de ?l, no dec?a nada, parec?a muy reservado… 5.Ce2 Una jugada extra?a, lo admito, pero en aquella ?poca yo me encontraba profundamente influenciado por las entonces nuevas ideas del hipermodernismo: "todo movimiento de pe?n es probablemente una debilidad". 5…Cd7 Despu?s de esto me sum? en una profunda reflex?on… mi contrario tampoco estaba dispuesto a crear ninguna debilidad en su campo. Algo nervioso, me decid? por buscar un r?pido cambio de piezas en el centro y aliviar as? la tensi?n. 6.Cfd4 Cce5 Jugada al instante. Este hecho acab? de desorientarme…?c?mo era posible que ?l fuese capaz de responder sin apenas meditaci?n ante una jugada en la que yo hab?a invertido muchos, muchos, muchos minutos? Pronto ca? en la cuenta, ?mi oponente no se hab?a percatado de mi amenaza! La verdad es que sent? l?stima por mi entra?able compa?ero de juego, me decepcion? que no hubiese previsto una amenaza tan simple. Ahora jugu? 7.Ce6 mientras una sonrisa se escapaba de mi rostro. Varios espectadores asintieron con la cabeza como diciendo: "pues claro, ?sa gana la dama". Cu?l no ser?a mi sorpresa cuando s?bitamente, sin sentirse siquiera inmutado por mi jugada, "el personaje" respondi? con 7…Cd3, Jaque mate. Se oy? el inconfundible murmullo de la audiencia cuando algo realmente inesperado acaba de ocurrir. ?No lo pod?a creer, un desconocido me daba mate en tan s?lo 7 jugadas, y jugando con las piezas negras! ?Qu? humillaci?n! ?Ante mi propio p?blico!

Trat? de aprender algo de aquella derrota, aunque hab?a sido tan r?pida que no sab?a qu? conclusiones sacar. Bueno, ya reflexionar?a m?s tarde sobre ello.
Como si nada hubiese ocurrido, volv? a colocar las piezas r?pidamente, y al haber sido derrotado, no est? mal considerado el volver a jugar con las piezas blancas.
De nuevo mi contrincante dese? comunicarme algo, mas no era el momento para decirme nada y menos a?n para no concederme una revancha.
Comenc? la partida, esta vez con: 1.b4 una apertura muy violenta que s?lo practicaba en ocasiones realmente "especiales". 1…g5 Totalmente inesperada. Cre?a que un jugador de semejante habilidad como la mostrada por mi adversario intentar?a castigar con una estrategia central mi no observaci?n de los principios b?sicos de las aperturas. Sent? miedo, lo confieso, mas no era momento de vacilaciones. 2.b5 g4 Jam?s hab?a jugado ante un contrario que hiciese jugadas tan extra?as, si bien es verdad que las m?as tambi?n lo eran. 3.a4 h5 4.a5 h4 5.Ca3 Por lo que mi oponente me hab?a demostrado en la partida anterior, yo sab?a perfectamente que mis jugadas ten?an que apartarse de todo cauce conocido… 5…Ch6 6.b6 Tras larga reflexi?n. Me sent? realmente bien, se trataba de un profundo sacrificio posicional. Por ejemplo, yo hab?a calculado ahora la siguiente secuencia: 6…cb 7.ab Db6 8.Cc4 Dc7 9.Ab2! ganando un tiempo con el ataque sobre la torre negra. Casi me da un vuelco el coraz?n cuando "?l", sin ponderaci?n alguna, jug? 6…g3. No pod?a dejar ver a mi contrario que, de nuevo, hab?a conseguido desequilibrarme. As?, tambi?n yo respond? con rapidez mis pr?ximas jugadas. 7.hg ab 8.ab hg Aunque ahora de nuevo hube de pensar. Con las columnas de torre abiertas surg?an distintos motivos combinativos… y consegu? dar con uno de ellos. 9.Cb5 con la espl?ndida idea de si 9…Ta1 el blanco captura el pe?n de c7 con su pe?n y la dama queda atrapada. Casi result? ofendido cuando "el personaje", una vez m?s, decidi? no pensar lo m?s m?nimo y jugar 9…Cg4. Ni qu? decir tiene que semejante insolencia, sin parang?n en la memoria colectiva de nuestro entra?able Caf? Berl?n, no pod?a quedar impune, y decid? castigarla "como se merec?a" por medio de 10.bc a la vez que acompa?aba el gesto de mi mano de un c?mplice gui?o a mi p?blico, a modo de brindis. Ahora s? estaba seguro de mi victoria.
Si alguna vez me hab?a visto sorprendido durante los centelleantes rel?mpagos de una tormenta, la siguiente jugada de mi oponente fue un aut?ntico rayo: 10…gf ?Jaque mate!

El murmuro del p?blico fue ahora ensordecedor. No soy una persona que se deja vencer f?cilmente por las adversidades, pero aquello no me hab?a ocurrido jam?s. 2 Partidas seguidas en las que alguien me daba Jaque mate, ?en 10 jugadas una y en 7 la otra! Era inaudito. La cabeza me daba vueltas, no me atrev?a a mirar a mis amigos. Cre? que me iba a desmayar en cualquier instante.
De alg?n sitio, no s? exactamente de d?nde, saqu? fuerzas para volver a poner las piezas por tercera vez consecutiva, y de nuevo jugar con las piezas blancas. El revuelo montado por los incre?bles hechos anteriores hab?an congregado ahora a la mayor audiencia que yo recordaba nunca ante una partida de ajedrez. M?s de medio caf? estaba all?, viendo el nuevo duelo, ?algunos sin siquiera saber mover las piezas! Nunca hab?a estado tan alterado, aunque internamente sab?a que mi ?nica baza ante tan formidable adversario era mantener la calma a toda costa. Decid? volver a mi estilo cl?sico: 1.e4 d5 ?Vaya, ?sta era precisamente una de mis defensas favoritas con negras! 2.d4 El conocido gambito Black Diemer 2…e5. Ahora ya no me cab?a duda alguna de que "el personaje" conoc?a esta variante a la perfecci?n,.. mejor que yo incluso, pues nunca hab?a visto esa respuesta. Con mis pr?ximas 2 jugadas intent? apartarle de sus conocimientos te?ricos… 3.c4 f5 4.f4 c5. Una posici?n muy peculiar. Realmente estaba impresionado, ?c?mo pod?a ?l anticipar mis movimientos? era imposible que todas mis jugadas le resultaran conocidas a mi contrario, ?yo mismo las acababa de inventar sobre el tablero! ?estar?a ante un genio del ajedrez?
Me decid? por algunos cambios… 5.ef dc 6.dc ef. Ahora reflexion?: "mi oponente me ha dado jaque mate en dos ocasiones, probablemente sea una buena idea cambiar damas e intentar jugar un final". As? pues ahora hice 7.Dd8, pensando que dif?cilmente podr?a perder en pocas jugadas esta partida como hab?a hecho en las anteriores… Ahora sufr? un ataque de perplejidad ante la siguiente jugada de mi adversario:

7…Rxe1???!!!

-"Dejaos de bromas, no es el momento adecuado", manifest? yo.
"El personaje abri? las manos expresivamente, como dando a entender que no entend?a". Fue en ese momento cuando comprend? que era mudo. Unos instantes despu?s "el personaje" ped?a una pluma y un papel al p?blico. De repente se hizo un g?lido silencio. El mudo estaba escribiendo algo, la audiencia aguardaba impaciente el sentido de su mensaje… y yo, sufrido protagonista de todo este incidente, tambi?n. ?Qu? diablos estar?a escribiendo?
No s? si hubiese preferido no saberlo nunca… el mudo me devolvi? la pluma, y acto seguido me pas? la nota para que yo la leyese. Naturalmente, lo hice en voz alta, respetando el deseo de todos los all? presentes, aunque hubo varios momentos en los que tuve que bajar el volumen.
"Me llamo Nicol?s Fishbein, represento a una asociaci?n caritativa y hab?a venido verle a Vd. para pedirle un donativo. No s? jugar al ajedrez, ni siquiera mover una sola de las piezas. Me he limitado a copiar sim?tricamente cada una de sus jugadas. He tratado de dec?rselo durante toda la tarde pero Vd. no me ha dejado"
?Las carcajadas se escucharon a ambos lados del T?mesis!
Sal? del Caf? Berl?n totalmente abatido, sin apenas poder mirar a nadie a la cara, las risas eran continuas e incesantes. Yo, Williams, mejor dicho, Sir Williams, humillado por un desconocido que ni siquiera sab?a mover las piezas, ante todo el mundo… ?era incre?ble!
Camin? desconsolado por las calles sin un rumbo claro, la cuesti?n era salir de all? y ya lo hab?a hecho. De repente, mientras pon?a en orden las pocas ideas que me quedaban, o? los pasos de alguien que corr?a hacia m?.
?Dios m?o, era ?l otra vez, mi pesadilla! intentando controlar mi agresividad, aguard? para comprobar qu? se le ofrec?a, y de nuevo fui sorprendido… ?quer?a que volvi?semos a hablar del donativo! ?estaba despierto, se trataba de una alucianaci?n ? En aquel instante decid? hacer algo de lo que nunca me he arrepentido…
Al d?a siguiente me percat? de un terrible descubrimiento, ?hab?a olvidado mi pluma dorada en el Berl?n! No es que tuviera un gran valor econ?mico, pero s? sentimental. El problema era que tendr?a que ir a buscarla, enviar a otra persona ser?a interpretado como un gesto de cobard?a, hab?a que visitar la jaula de los leones otra vez.
S?, ya s? que podr?a haber ido a una hora en la que el local estuviera medio vac?o, pero prefer?a afrontar el peligro que aguantar un chismorreo.
Eran las cuatro de la tarde. Entr? por la puerta de costumbre. El local estaba a rebosar.
Las ?ltimas 24 horas hab?an resultado ser "inolvidables" para m?, ?pero a?n quedaba la guinda final!
Al pisar de nuevo aquellas baldosas incoloras fui recibido por una ensordecedora e interminable ovaci?n, ovaci?n que me resultaba a todas luces inesperada, por no decir incomprensible. ?Qu? extra?o suceso estaba ocurriendo esta vez?
Uno de los camareros me entreg? amablemente mi pluma, la gente segu?a aplaudiendo… entonces lo comprend? todo. All? estaba Fishbein, sonriente, agradecido. Lo hab?a contado todo a pesar de mis palabras.

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En alg?n diario, alguien escribi? aquel d?a: Anthony Williams hab?a dado su donativo a Nicol?s Fishbein, incluso despu?s de todo lo ocurrido, y es que hay caballeros que saben no hacer le?a del ?rbol ca?do cuando ganan, pero tambi?n saben aceptar sus derrotas y seguir siendo humildes y bondadosos. Por eso, a Anthony Williams siempre le llamamos… Sir Williams.

Javier Gil Capap?, Diciembre de 1995.